Cocina Gallega

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Para ver con claridad, a menudo hay que alejarse, serenar el espíritu, viajar mental o físicamente al otro lugar, lejos del punto de fuga, para lograr una perspectiva adecuada, la objetividad necesaria, y comprender.

Por siglos, las familias acomodadas incluían en la educación de sus hijos algún viaje iniciático, recorrer mundo para volver con la experiencia y la madurez necesaria para encarar los negocios o ejercer la profesión elegida.

Aun en las sociedades primitivas, las ceremonias de iniciación incluían actos solitarios lejos del abrigo del clan.

Los varones celtas a los once años se internaban solos en el bosque con una corta lanza y desnudos; debían cazar un feroz jabalí y regresar con él para acceder al grado de guerrero, ser considerados adultos. Un gran banquete con el animal asado, en el que los bardos cantaban la hazaña del cazador, era la culminación del viaje, la aceptación por parte del clan del nuevo guerrero. De alguna manera los emigrantes se lanzaban a la mar para lograr también en tierras extrañas (y por lo tanto peligrosas a priori) su reconocimiento social, asegurar un futuro que se negaba a los que no corrían el riesgo. No todos regresaron para el banquete, sólo algunos fueron alabados por los bardos.

Leyendo el libro de Alejandro Vaccaro ‘Borges, vida y literatura’, encontramos que Georgi (así le decían sus íntimos), después de permanecer casi cinco años en Europa con toda su familia, hace una última escala en España antes de regresar a su patria, y así recuerda la experiencia años después: “Decidimos regresar a casa, pero luego de pasar más o menos un año en España.

Por ese tiempo, España estaba siendo lentamente descubierta por los argentinos. Hasta entonces, escritores eminentes como Leopoldo Lugones y Ricardo Guiraldes, deliberadamente, dejaban España fuera de sus itinerarios europeos. Esto no era mero capricho; en Buenos Aires los españoles desempeñaban oficios menores (sirvientes, camareros, braceros) o eran comerciantes al por menor, y nosotros, los argentinos, nunca nos sentimos españoles. En rigor, dejamos de ser españoles en 1816 al declarar nuestra independencia (…). A través de ojos franceses, los latinoamericanos veían a los españoles como seres pintorescos, pensando en ellos con las pautas de un García Lorca (gitanos, lidias de toros, arquitectura morisca). Pero aunque español era nuestro lenguaje y españoles y portugueses la mayoría de nuestros ascendientes, mi familia nunca pensó nuestro viaje como un regreso a España después de una ausencia de unos tres siglos”.

Sin duda, esa era la visión con que se veía a los miles de inmigrantes que llegaban a Buenos Aires en las primeras décadas del siglo pasado, y a la otrora metrópolis. Curiosamente, de ese primer viaje a Europa el joven Borges sólo es atrapado por el grupo de poetas españoles que iniciaron el movimiento ultraísta, en las revistas españolas publica los primeros poemas, y con esa tendencia literaria llegó a su país.

Ya aquí, ve a su ciudad con la óptica del viajero que regresa: “Fue para mí una sorpresa después de vivir en tantas ciudades europeas, con tantos recuerdos de Ginebra, Zurich, Nimes, Córdoba, Lisboa, encontrar que mi ciudad natal había crecido y era ahora enorme, una población casi sin fin, extendiéndose hacia el poniente, hacia la pampa. Era algo más que un retorno; era un descubrimiento.

Ahora podía ver a Buenos Aires con lucidez y avidez, precisamente porque había estado alejado de ella un tiempo. Si nunca hubiera vivido en el extranjero dudo que hubiese podido verla con la fuerza y el esplendor con que entonces la vi. La ciudad (no toda la ciudad sino algunos lugares que sentí peculiarmente emocionantes) inspiraron los poemas de mi primer libro publicado: Fervor de Buenos Aires”.

Galicia tiene la suerte de contar con millones de emigrantes, multiplicados en hijos y nietos que conservan el amor por la patria, que la ven con “lucidez y avidez” precisamente por estar lejos. Ese patrimonio humano y cultural está a punto de perderse como valor agregado, y será un error histórico imperdonable, difícil de corregir en el futuro.

El fenómeno que representa una emigración masiva que reconstruye y enriquece la cultura propia allende las fronteras es un hecho peculiar, único; y merece un tratamiento original desde todos los ángulos, tanto jurídico, como político, social y económico.

Leemos, camino a la cocina, a Borges y, a nuestro entender, descubrimos su particular visión de la morriña: “De todas las ciudades del planeta, de las diversas e íntimas patrias que un hombre va buscando y mereciendo en el decurso de los viajes, Ginebra me parece la más propicia a la felicidad. Le debo a partir de 1914, la revelación del francés, del latín, del alemán, del expresionismo, de Schopenhauer, de la doctrina de Buda, del taoismo, de Conrad, de Lafcadio Hearn y de la nostalgia de Buenos Aires…”. Allí el poeta, en su Ginebra, inició el último viaje hacia el descanso eterno. ¿Cuántos emigrantes lograron retornar a su Ginebra?

Ingredientes-Cordero con habas verdes: 1,5 Kg. de cordero/ 2 cebollas/ 2 dientes de ajo/ 1 litro de caldo de carne/ 1 vaso de vino blanco/ 500 grs. de habas verdes/ 2 ramitas de tomillo/ Sal/ Pimienta/ Aceite de oliva.

Preparación:?Doramos en una sartén con aceite de oliva la carne de cordero en trozos grandes, salpimentamos y dejamos cocinar unos 15 minutos. Aparte, rehogamos las cebollas cortadas en juliana, el ajo picado y la rama de tomillo. Añadimos el vino y dejamos evaporar el alcohol. Incorporamos el caldo de carne, y dejamos reducir un poco. Echamos las habas, y la carne, también el jugo de la misma. Movemos la cazuela y dejamos cocer 45 minutos a fuego mediano.

Recomendado por: Lic. Diana Romero
Comisión de Educación y Cultura
AHAP – Asociación Hispano Argentina de Profesionales

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